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Que las nuevas tecnologías están ayudando a entender lo que ocurre cuando hablamos de aprendizaje y que esos hallazgos debiesen transformar la enseñanza es una realidad en la que estamos de acuerdo quienes trabajamos en educación. Pero llevar esa transformación a la práctica en la sala de clases es un desafío difícil de resolver: tenemos un sistema con fundamentos del siglo XIX que queremos hacer saltar al siglo XXI. Por lo anterior, en buena hora tuvimos la oportunidad de escuchar de primera fuente un modelo de trabajo que está siendo capaz de lograr ese objetivo: el Diseño Universal del Aprendizaje. Vino a Chile David Rose, académico de la Universidad de Harvard, a compartir su experiencia implementando el DUA en Estados Unidos.

El año pasado el Ministerio de Educación puso el tema a través del decreto 83 de “Diversificación de la Enseñanza” en el que propone, o impone, el Diseño Universal del Aprendizaje como una estrategia de respuesta a la diversidad. Para los que venimos siguiendo este enfoque hace años fue una interesante noticia. Pero el MINEDUC se equivoca al reducir el DUA a una estrategia, apresurado por el hacer no se detiene en lo más importante: la reflexión, la mirada. Ahí radicó la importancia de escuchar a David Rose: nos contó cómo la reflexión fundada en la investigación lo llevó a concluir que no son los estudiantes los discapacitados, sino que nuestros ambientes pedagógicos son discapacitantes. Entender este marco para rediseñar los procesos en las escuelas es una oportunidad mucho más valiosa que la aplicación de otra estrategia como la receta de turno.

Ahora bien, la gracia de esta reflexión, este cambio de observador del fenómeno educativo, es que tiene un correlato de éxito práctico en Estados Unidos. Ha transformado el quehacer de los profesores ayudándolos a dejar de ser planificadores de clases para convertirse en diseñadores de experiencias de aprendizaje. Es por eso que diversos países del mundo miran al DUA como una oportunidad de llevar al sistema a un cambio de paradigma posible. David Rose hace una década viene proponiendo el resultado al que debe aspirar el sistema educativo del siglo XXI: “Graduaremos estudiantes que serán “expertos en aprender”, que sabrán de sus propias fortalezas y debilidades, de los tipos de medios, adaptaciones, estrategias y tecnologías externas que podrán usar para superar sus debilidades y reforzar sus habilidades. De este modo se prepararán para un mundo no estático, sino cambiante, tal como el que viven hoy”.